Valenciano para Extranjeros: Una Experiencia Docente

Como docentes, tenemos que modelar el concepto de “Sé el profesor que siempre quisiste tener” para mejor educar y transformar.

Teaching April 7, 2021

España es un país rico lingüísticamente. Nuestra lengua oficial, el español, es el segundo idioma más hablado en el mundo. La fuerza del cine, la televisión y la música en español, han llevado a nuestro país a los primeros lugares de la influencia cultural mundial. Además del castellano o español, son cooficiales el gallego (en Galicia), el vasco o euskera (en el País Vasco y parte de Navarra), el catalán (en Cataluña e Islas Baleares) y el valenciano que pertenece al ámbito lingüístico del catalán (en la Comunidad Valenciana).

Nuestra comunidad es bilingüe, es decir, tenemos “la capacidad para utilizar indistintamente dos lenguas en cualquier situación comunicativa y con la misma eficacia”. Para los que hemos nacido en una comunidad bilingüe, y desde pequeños hemos aprendido, en casa y en la escuela, a usar cualquiera de las dos lenguas, nos parece muy normal, pero, ¿qué pasa con las personas que, por necesidad, han de trasladarse a otra comunidad autónoma, y han de aprender la lengua cooficial de dicha comunidad? Es más, ¿qué pasa con los alumnos que han emigrado de otros países?

Hace unos tres años, cuando yo aún llevaba poco tiempo como profesora de apoyo para alumnos con necesidades educativas en el Colegio Adventista de Sagunto, me encontré con un grupo de cinco alumnos de 1º de ESO (Enseñanza Secundaria Obligatoria),  procedentes de diversos países, que nunca habían oído nada en valenciano, y tenían que, al menos, intentar alcanzar el nivel del resto de sus compañeros, que llevaban estudiándolo desde primero de Infantil.  El grupo estaba compuesto por una chica de China, que venía de otro centro y sabía un poco; dos chicos de Brasil, uno de Colombia y un chico alemán que también había vivido en Colombia. Empezaba un reto para mí. En ese curso aún no se había decretado la ley de la inclusión, y a los alumnos con necesidades educativas especiales los atendíamos individualmente o en pequeños grupos fuera del aula convencional.

Los alumnos tenían como material básico el libro Benvinguts 1: valencià per a  nouvinguts, además de fichas que les preparaba con vocabulario básico, verbos,  ejemplos, etc.

Partiendo de que para un adolescente ya es difícil hablar en público en su propia lengua, por el miedo a equivocarse, a que se rían o a hacer el ridículo, me imaginaba como se sentirían si tenían que practicar una lengua totalmente desconocida. Así que desde el primer día se dijo que no pasa nada si nos equivocamos, es más, es bueno para aprender, corregirnos unos a otros desde el respeto y la tolerancia. Claro que a veces es inevitable que se escape alguna risita, y más a estas edades, así que decidí que aprenderíamos valenciano, chino y portugués. Ellos me iban a enseñar a mí, y yo a ellos.  Por ejemplo, cuando aprendimos a decir “bon dia” (¡Buenos días!), también aprendimos “zǎo shàng hǎo!” y “bom dia”.

Los alumnos vieron que para mí era bastante difícil recordar las expresiones en chino (y yo me reía de mí misma), sin embargo ellos eran muy buenos aprendiendo valenciano, y muy pacientes conmigo enseñándome dos idiomas que desconozco totalmente. Utilicé la técnica de “Sé el profesor que siempre quisiste tener”, si ellos querían un profesor que les enseñara con paciencia, respeto, amabilidad, etc, tenían que comportarse de igual modo conmigo.

Cabe decir que tuve un grupo muy trabajador que siempre realizaban las tareas, estudiaban y, algo insólito, me pedían que les pusiera exámenes. Realizábamos exámenes improvisados que se corregían unos a otros. Se notaba que había competitividad, pero sana. Ganas de aprender y hacer las cosas bien. Cuatro de los cinco alumnos que formaban este grupo, se unieron al resto de sus compañeros antes de terminar el curso académico, usan el mismo material y no llevan ningún tipo de adaptación, y todos ellos iniciarán 4º de ESO el próximo septiembre. Para mí fue una experiencia muy satisfactoria poder darles las bases de unos conocimientos nuevos, que luego han ido aumentando con el tiempo y el buen hacer del resto de profesores y, sobre todo, por el trabajo constante de ellos.

Como reflexión final, me quedo con la frase: “Sé el profesor que siempre quisiste tener” y yo añado, “Sé como el Maestro”. Los docentes cristianos tenemos como ejemplo al Maestro de los maestros, a Jesús, el mayor educador de la historia, que supo llegar a cualquier persona, fuese cual fuese su condición. Ese es nuestro deseo, ser capaces de poder acercarnos a todos nuestros alumnos, con sus necesidades, miedos e inquietudes para educar y transformar, y eso solo lo conseguiremos siguiendo los pasos del Maestro.

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