El año 2009 todos lo recordamos por la llegada de la pandemia del COVID-19, y con ella, el reto de seguir dando clases a distancia porque por disposición oficial, las escuelas debían estar cerradas. A fin de no perjudicar el aprendizaje de los alumnos, una de las medidas que se tomaron fue impartir clases en un canal de televisión en la comunidad, ya que algunos alumnos no tenían un teléfono móvil o no podían pagar un servicio de internet.
La tarea de grabar las clases era bastante agotadora, en ocasiones los maestros tuvieron que hacer grabaciones por la madrugada para lograr una buena calidad de audio, estas y otras complicaciones se hacían presentes. Como el canal era de libre acceso, toda la comunidad podía ver las clases. Padres de denominaciones no adventistas que no tenían sus hijos en el colegio empezaron a pedir información para inscribirlos en la institución. Cuando las autoridades educativas dejaron regresar a clases de manera seccionada, se recibieron alumnos no adventistas que jamás habían estudiado en el colegio, y se oían comentarios como “solo que aprenda a leer y lo (la) regresaré a la escuela pública”, el reto ahora era regularizar a esos niños, ya que algunos habían ingresando al tercer año de primaria y aun no sabían leer.
Una maestra trabajó en su casa con tres niñas después del horario de clases para que pudieran adquirir los conocimientos previos al programa del grado que les correspondía. ¡Que satisfacción sintió la maestra cuando las niñas aprendieron a leer!, una tarde, llegaron las mamás de dos de las niñas y le preguntaron a la maestra cuanto le debían por aquellas tardes de tutorías que les había dado a sus hijas, a lo cual la maestra les contestó que no tenían que pagarle, que ella con gusto había ayudado a las niñas. Las madres no lo podían creer, abrazaron a la maestra como forma de gratitud y se retiraron.
Casi han pasado tres ciclos escolares y ninguna de estas tres niñas se ha ido del colegio, participan de los programas espirituales como las semanas de oración y han aprendido a cantar y a orar. La maestra no pensaba en una recompensa pasajera, si no en aquella que se encuentra en Mateo 25:40 “(…) Les aseguro que todo lo que hicieron por uno de mis hermanos, aun por el más pequeño, lo hicieron por mí”, al tener en cuenta las necesidades de otros, reflejamos este mismo aspecto del carácter divino. Elena G. de White menciona que, en el día del juicio, aquellos que han sido fieles en su vida diaria, que han estado listos para ver lo que debían hacer, y lo han hecho, sin pensar en el provecho o la alabanza, oirán las palabras: “Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo” (p. 100).
Referencia:
White, Ellen G. Mensaje para los jóvenes. https://m.egwwritings.org/es/book/1769.649
4 comments
Excelente, las escrituras dicen, instruye al niño en su camino y aún cuando fuere viejo no se apartará de él. Felicitaciones por ese trabajo de formar al futuro.
Linda experiencia. Creo que en momentos de desánimo es bonito saber que nuestro arduo trabajo tiene recompensas como esta.
Dios cumple sus promesas, recuerdo cn mucho amor, cuándo abrí mis puertas para ayudar a un niño cn las tareas, al recibirlo note qué traía problemas emocionales, de conducta,de padres disfuncionales….cn él paso del tiempo logró ser alumno del Colegio Lázaro Cárdenas del Río. Le pedimos sabiduría a Dios y hasta hoy en día el niño permanece el la escuela.
Felicidades a la maestra Jarumi, muy entregada al servicio de Dios.
Sin lugar a dudas, Dios obrando a través de maestros entregados. Los maestros han aceptado un llamado especial y muchos están siendo salvos por este servicio. Dios bendiga a cada maestro y sus familias🙏 continúen compartiendo lo que ellos hacen para ensanchar el Reino de Dios🙏