“Llámame y te responderé, y te anunciaré cosas grandes y misteriosas que tú ignoras” (Jeremías 33:3), versión DHH.
Cuando terminé la licenciatura, tuve la incertidumbre de lo que iba a suceder conmigo. Gracias a Dios, durante los cuatro años de mis estudios Él cubrió todas las necesidades que puede tener un estudiante. No me hizo falta nada. Se cumplió en mi la promesa: “Nada me faltará” (Salmo 23:1). Sin embargo, al terminar mis estudios, deseaba tener alguna ocupación segura.
Con frecuencia le preguntaba al Señor:
– “Señor, ¿qué debo hacer, para que siempre tenga lo necesario de tu parte?
Mientras trabajaba en lo que sé y me gusta, en mi mente rondaban muchas ideas. Además, más de una vez había escuchado testimonios de personas que habían pactado con Dios y Él les había respondido. Incluso, en la Biblia había leído de personajes que pactaron con Dios y obtuvieron la bendición. Así que, ¡se me ocurrió una gran idea! Haría un pacto con Dios.
Recuerdo con claridad que ese día del pacto, debía llevar un lote de ganado bovino al potrero. Mientras los conducía al lugar, empecé a hablar con Dios en mi mente. Le comenté mis planes y le dije:
– “Señor, hasta ahora solo he dado la parte que es tuya, el diezmo. Mas no ha salido de mi corazón darte una ofrenda especial. Por lo tanto, en este preciso momento, prometo darte otro 10% de todo lo que tú me des, con una condición que a donde vaya, no me falte nada.
En ese mismo momento, cerramos el trato. Mi firma fue la creencia total de que le cumpliría y que Él me bendeciría. Del primer sueldo que gané, le di el diezmo que le correspondía, más el otro 10% de ofrenda. Desde ese momento en adelante, consecutivamente, cada vez que tenía nuevo ingreso, cumplía mi pacto de este modo.
Han transcurrido varios años de haber concluido mi licenciatura y observo cómo Dios me ha bendecido. En ocasiones, las situaciones se han tornado difíciles. En tiempos de la reciente pandemia me abrumé pensando que tendría necesidades sin ser suplidas. No obstante, Dios se hizo presente en cada momento y situación: no me hizo falta nada. También en el presente sigue supliendo mis necesidades.
En definitiva, la promesa de Jehová es real y vigente: “Llámame y te responderé, y te anunciaré cosas grandes y misteriosas (Jeremías 33:3). Lo he vivido, tengo evidencias. Sólo es cuestión de confiar en las promesas de Dios y mantenerse fiel a Él.
Es, por tanto, responsabilidad del maestro cristiano, infundir en los estudiantes, esa fe en Dios que lo conduzca a hacer pactos en cualquier área de su vida que lo requiera. Independientemente de los logros académicos que nos corresponde fomentar.
Referencias
Dios habla hoy (1996) Sociedades Bíblicas Unidas.