“La gracia de Cristo es el único antídoto o preventivo del mal” (White, CN, Pág. 174)
Comenzó el ciclo escolar y los alumnos estaban emocionados por empezar las clases. Como maestro de ciencias exactas, estaba preparado para enseñarles. En los primeros días, los tres grupos de secundaria con los que trabajaba respondieron muy bien a las actividades y se comportaron correctamente. Sin embargo, después de tres meses, noté que una de mis alumnas tenía un comportamiento y actitud inadecuada, lo cual se reflejaba en sus malas notas. Estaba preocupado y decidí hablar con su mamá sobre la situación académica de su hija.
Después de la primera evaluación, vi que la alumna no mejoraba en ningún área. Estaba realmente preocupado. Hablé nuevamente con su mamá y la niña se comprometió a mejorar sus calificaciones.
Al día siguiente, la niña llegó con una actitud positiva para estudiar, eso me alegró mucho. Sin embargo, después de una semana, noté que no estaba satisfecha con lo que hacía y volvió a comportarse mal en la escuela. Hablamos nuevamente con ella, pero no mostraba mucho compromiso. Aunque le repetía lo que debía hacer, parecía que no escuchaba.
Llegó la segunda evaluación y sus notas seguían siendo muy bajas. Sentí que todo estaba perdido. Decidí hablar nuevamente con su mamá y explicarle la situación. La mamá me dijo: “Profesor, ya no sé qué hacer con mi hija”. Eso me llevó a tomar una mejor decisión: orar por mi alumna y pedirle a Dios que la ayudara en esta difícil situación en la que se encontraba.
Después de algunos días, llegó la semana de oración a nuestro colegio y en el último día, durante el sermón, el pastor hizo un llamado preguntando quiénes querían bautizarse en el futuro. Para sorpresa de todos, la alumna se levantó y fue al frente con una decisión firme. En su rostro podía ver que sentía la necesidad de hacer un cambio en su vida. Aunque no me dijo nada, yo sabía que el Espíritu Santo había estado trabajando en ella. Desde ese día, muchas cosas cambiaron en su vida: su actitud, su comportamiento y, por supuesto, sus notas mejoraron de manera extraordinaria.
Han pasado varios días y mi alumna persevera en su crecimiento físico, mental y espiritual. Pronto entregará su vida completamente a Dios por medio del bautismo.
No son nuestras propias fuerzas las que pueden ayudarnos a cambiar, sino la gracia de Cristo por medio de la fe (Efesios 2:8-9). Recuerda que Dios puede hacer posible lo que para ti es imposible. Este poder transformador no tiene límites.
Referencias
Valera, R. (1995). Santa Biblia. Editorial SAFELIZ. España.
White, E. G. (2009). Conducción del Niño. Editorial ACES.