“Instruye al niño en su camino y aun cuando fuere viejo no se apartará de él” Proverbios 22:6.
Siempre que comienzan mis clases de primaria, la rutina es la misma: cantamos, oramos y comparto una historia con mis alumnos. Me encanta recordarles que Jesús es su amigo y que siempre pueden hablarle y compartir cómo se siente. Sin embargo, a veces me invade la duda sobre si realmente estoy logrando impactar la vida de mis alumnos con lo que enseño. Hay momentos en los que parece que no comprenden del todo mis palabras e incluso hay algunos niños que parecen estar en otro mundo, como si no prestaran atención.
Un día, mientras escribía una actividad en el pizarrón, algo inusual ocurrió. Uno de los niños comenzó a hablarle a su compañero en voz baja. Mi curiosidad se despertó al instante y traté de escuchar lo que decían. El tema de conversación era el miedo, el pequeño confesaba que su papá miraba películas de terror y eso le impedía dormir. Para mi sorpresa, el niño que normalmente parecía desconectado de mis enseñanzas, intervino en la conversación.
Con voz serena y llena de confianza, le dijo a su compañero: “Yo también tenía miedo, pero recuerdo lo que nuestra maestra nos ha enseñado. Siempre podemos hablar con Dios y pedirle ayuda. Cuando tengo miedo, le hablo a Él y le pido que me ayude a dormir. Además, antes de acostarme, leo mi Biblia y eso me da paz”.
Un escalofrío recorrió mi espalda mientras escuchaba sus palabras. El niño había captado el mensaje, había comprendido la importancia de la fe y la conexión con Dios. Me miró con ojos brillantes y me preguntó: “¿Verdad, maestra, que eso es lo que debemos hacer?”.
Mi corazón se llenó de alegría y emoción al confirmar sus palabras. Asentí con la cabeza, incapaz de contener la sonrisa que se dibujaba en mi rostro. En ese momento, supe que mis enseñanzas sobre Jesús estaban dejando una huella profunda en las vidas de mis alumnos, incluso cuando pareciera que no lo entendieran del todo.
Desde aquel día, mi confianza como maestra se fortaleció y mi compromiso de transmitir los valores y el amor de Jesús se renovó. Nunca sabemos qué semillas plantamos en los corazones de los niños, pero podemos confiar en que, con paciencia y dedicación, nuestras palabras y acciones resonarán en sus vidas mucho tiempo después de que abandonen nuestras aulas.
Nunca subestimes el impacto que puedes tener como maestro. Aunque a veces parezca que tus palabras y enseñanzas pasan desapercibidas, sigue sembrando semillas de sabiduría, amor y fe en el corazón de tus alumnos. Sé paciente y perseverante, confiando en que el eco de tus enseñanzas resonará en sus vidas a lo largo del tiempo.
Recuerda el sabio proverbio: “Instruye al niño en su camino y aun cuando fuere viejo no se apartará de él” (Proverbios 22:6).