“Jesús entonces les respondió y dijo: Mi enseñanza no es mía, sino del que me envió” Juan 7:16.
Como estudiante de docencia, he tenido diversas oportunidades de aprendizaje durante toda mi carrera. He aprendido a convivir con los alumnos, a implementar diversos métodos de enseñanza y, sobre todo, a aprender de ellos. Por otra parte, un docente no solo es un guía académico, sino también un apoyo emocional para el alumno que lo necesite.
Afortunadamente, en mi segundo año como estudiante universitaria, tuve la oportunidad de ser un apoyo emocional para una de mis alumnas.
Sucedió durante la clase de español. Durante la actividad, observé que una de las niñas estaba llorando en silencio, tratando de ocultar las lágrimas que caían por sus mejillas. Silenciosamente, me acerqué a ella y decidí preguntarle si podía ayudarla; sin embargo, ella continuó llorando. Entonces, decidí sacarla del aula para poder conversar con ella y escucharla atentamente.
Al estar a solas con ella, le pregunté:
- ¿Qué pasa? ¿Puedo ayudarte?
Su respuesta fue corta y dijo: – Estoy triste porque mi papá está fuera del país y no sé si regrese. Además, mis compañeras se burlan de mí porque dicen que mi papá no me quiere y por eso no va a regresar.
Me quedé en silencio por un momento. Entristecida por sus palabras, pensé por un momento en lo que le podía decir. No obstante, no tuve palabras correctas para poder consolarla; pero sí, para aconsejarla.
Por lo tanto, le dije:
- No dejes que los demás te lastimen con las duras palabras que te digan y, en este caso, que te hagan dudar del regreso de tu papá. Ten seguridad de lo que sabes: tu papá te ama y por ello regresará. Además, ¿sabes que tu papá te quiere, verdad?
- Sí – dijo, secándose las lágrimas.
- Entonces, si él ya te lo ha dicho, nadie debe hacerte dudar de lo que ya sabes. Así que, te animo a orar a Dios, pidiéndole el regreso de tu papá y verás que tendrás consuelo y seguridad.
Al terminar de hablar, oré por ella, dándole la seguridad y la calma que necesitaba en ese momento. Después, me agradeció por haberla escuchado y entramos a la clase.
Como este relato, pocos docentes tienen la oportunidad de inspirar confianza en los alumnos y pocos alumnos tienen la confianza de expresar sus angustias a sus maestros. En esta ocasión, tuve la oportunidad de escuchar a una alumna e inspirar esa confianza mediante la consejería.
Por lo anterior, estoy agradecida con Dios por haberme permitido ser un apoyo emocional para esta alumna en el momento indicado, cumpliendo así una de las infinitas cualidades que Jesús tuvo como maestro estando en nuestro mundo.
Dios es el mejor modelo de maestro, el modelo que todo docente debería tomar para capacitarse en el camino de la educación. Y Jesús, el mejor maestro de la tierra al que podemos imitar y en quien podemos confiar.