“El hogar debe ser hecho todo lo que la palabra implica. Debe ser un pequeño cielo en la tierra, un lugar donde los afectos son cultivados en vez de ser estudiosamente reprimidos. Nuestra felicidad depende de que se cultive así el amor, la simpatía y la verdadera cortesía mutua” (El Hogar Cristiano, p.10).
La familia es vital para la sociedad; en ella se forman las generaciones futuras. Lo que allí se aprende impactará de manera positiva o negativa la vida de los jóvenes.
Durante 4 años, fui parte del equipo encargado del Hogar de Varones del Colegio con internado, llamado “Linda Vista”, donde se hospedan, durante el ciclo escolar, estudiantes adolescentes de entre 13 y 18 años de edad.
Era frecuente encontrarme con jóvenes que venían de familias disfuncionales, donde papá y mamá estaban separados. Ellos crecían solos, formados y educados por las redes sociales, los amigos y otros agentes externos. Estas situaciones impactaban de manera considerable la vida de estos jóvenes; aunque recibían todo lo que pedían en el contexto de lo material, siempre necesitaban un grado de amor y atención.
Fue difícil para ellos poder adaptarse al internado, pues, aunque en nuestra institución existe un ambiente de libertad controlada, con el objetivo de implementar una formación integral bajo nuestra filosofía Cristo céntrica, esto era nuevo para los jóvenes. Los malos hábitos se dejaban ver y siempre hubo resistencia a las normas y reglas.
Con el tiempo aprendimos a implementar de manera correcta estos lineamientos, de tal manera que los jóvenes no se sentían sometidos, respondiendo de manera positiva a todas las indicaciones.
Dios siempre capacita y da sabiduría para poder cumplir la misión que se nos fue encomendada. Estos jóvenes muchas veces no eran comprendidos, eran vistos y juzgados desde el punto de vista de su mala conducta. Sin embargo, lo único que siempre necesitaron era ser escuchados, sentirse comprendidos, cosas que nunca experimentaron en su familia.
Siempre buscamos crear en nuestra institución educativa un ambiente familiar, un ambiente de confianza, donde los jóvenes encontraran un poquito de ese hogar que les hizo falta en su crecimiento. Era satisfactorio ver a estos jóvenes transformados al final de cada curso. Cuando les tocaba partir de nuestra institución eran diferentes, agentes de bien, listos para afrontar la siguiente etapa de sus vidas.
La educación adventista es un aliento de vida para estas generaciones, un refugio en esta sociedad frágil, un lugar para jóvenes con luchas internas, falta de amor y atención. Seamos luz en medio de la oscuridad, sigamos cumpliendo nuestra misión, eduquemos para el cielo.
Referencia
White, E. (2007). El Hogar Cristiano. Ellen G. White Estate. https://www.recursos-biblicos.com/2021/09/91-libros-de-elena-white-en-pdf-para-descargar.html