Pero los principales sacerdotes y los escribas se indignaron cuando vieron las maravillas que él hizo, y a los muchachos que lo aclamaban en el templo diciendo: —¡Hosanna al Hijo de David!Y le dijeron: —¿Oyes lo que dicen estos? Jesús les dijo: —Sí. ¿Nunca leyeron: ¿De la boca de los niños y de los que maman preparaste la alabanza? Mateo 26: 15-16.
En los tiempos bíblicos, algunos maestros de la ley no entendían el propósito de la alabanza. Un ejemplo de esto es la pregunta que le hicieron a Jesús: “¿Oyes lo que dicen estos?” La respuesta de Jesús fue aún más interesante, dando a entender que la alabanza de los niños era muy importante y especial.
En cierta ocasión, la maestra de cuarto grado de primaria se disponía a empezar una clase más con los niños, no sin antes cantar con ellos. Todos opinaban y votaban por el canto de su preferencia, y al final lograron ponerse de acuerdo. Escogieron cantar “Pequeñas luces,” un canto muy alegre que invita a los niños y niñas a brillar para Jesús. Fueron dos minutos con 47 segundos llenos de alegría, regocijo y entusiasmo. Era imposible no pensar en que la melodía de la alabanza es la atmósfera del cielo. Los niños de cuarto grado terminaron de cantar, y dentro de todas las voces se oyó una diciendo algo muy particular: “¡Aguas, maestra, porque aquí cantamos bien fuerte y nos descontrolamos por Jesús!” Sin duda, se refería a la alegría que sentía al cantar para Cristo.
Elena G. de White, en el libro La voz: su educación y su uso, página 496, menciona que Moisés fue el instructor de los israelitas. Él motivó al pueblo a ponerle música a la ley de Dios, y mientras los niños mayores tocaban los instrumentos, los menores marchaban y cantaban. ¡Qué gran concierto y espectáculo debió ser!
En el libro ya mencionado, dice que en la escuela de los profetas era a través de las profecías y la música como el Espíritu Santo se paseaba en los salones. ¿Por qué tendría que ser diferente en los salones de nuestras escuelas adventistas? Recordemos que nuestro Dios es vivo, no cambia, y se hace presente donde hay música que glorifique su nombre.
Los maestros, en ocasiones, pierden el sentido de la alabanza en los grupos, pero al escuchar aquellas vocecitas finas y delicadas de los niños, se recuerda que de ellos se agrada el Señor y que son su especial tesoro. Qué hermoso es aprender lecciones de los tiernos y sinceros comentarios de los niños. Que Dios nos ayude a “descontrolarnos” al adorar a nuestro Dios con nuestros alumnos.
Referencia
White, Ellen G. (1995). La voz: su educación y uso correcto. https://m.egwwritings.org/es/book/1775.2068