Como una estrategia evolutiva que promueve la supervivencia de la especie, el cerebro humano está programado para olvidar. Esta fue la conclusión de los neurobiólogos Blake Richards y Paul Frankland. Afirman además, que el olvidar, es un proceso de pérdida gradual de información crítica a pesar de los esfuerzos para retenerla, y que el objetivo de la memoria no es solo almacenar información con exactitud, sino que lo hace para “optimizar la toma de decisiones en ambientes caóticos y cambiantes”.
Como docentes, queremos que nuestros alumnos recuerden lo aprendido en clase, no que lo olviden. Sin embargo, la “Curva del Olvido” les llegará tarde o temprano. A menos que hagamos algo.
Esta curva “mide cuánto olvidamos a través de un periodo de tiempo”, como lo dijo Hermann Ebbinghauss, psicólogo alemán, en 1880. Él descubrió en sus experimentos de retención y aprendizaje que sin un reforzamiento o conexiones a un conocimiento previo, se olvidaba rápidamente la información a un ritmo de casi un 56 por ciento en una hora, un 66 por ciento después de un día y casi un 75 por ciento después de seis días.
¿Cómo podemos ayudar a los alumnos para que el aprendizaje permanezca más tiempo en su memoria? La respuesta es “la Plasticidad Sináptica.” El neuro-científico Richard Cho, dice que, “para fortalecer las conexiones sinápticas es necesario ‘dispararles’ más frecuentemente, y de esta manera la memoria tenga acceso a esa información más fácilmente”. Cuando se aprende algo nuevo, se realizan conexiones sinápticas, entonces, para ayudar a retener ese aprendizaje, se necesitan tantas conexiones como sea posible.
El investigador Youki Terada identificó cinco estrategias de enseñanza para lograr lo anterior.
- Explicaciones entre pares. Sekeers et al. (2016) descubrieron que cuando los alumnos explican a otros la lección, se reactivan las memorias débiles, luego se fortalecen y después se consolidan, y así se aumenta la retención.
- El efecto espaciado. Carpenter (2016) y Kang (2016) afirman que cuando los estudiantes tienen varias oportunidades de revisar material anterior, se desempeñan mejor académicamente.
- Prácticas frecuentes de exámenes. Butler (2010) y Karpicke (2016) demostraron que hacer exámenes con frecuencia estimula la retención a largo plazo, además de ayudar a manejar el estrés, que es lo que afecta el desempeño de la memoria.
- Conceptos intercalados. Rohrer (2012) descubrió que al intercalar diferentes conceptos en una prueba, (matemáticas: las cuatro operaciones juntas, por ejemplo), los estudiantes obtuvieron mejores resultados.
- Combinar texto con imágenes. Carney y Levin (2002) y Bui y McDaniel (2015) afirman que, con frecuencia, es más fácil recordar información que ha sido presentada de diferentes maneras, especialmente si lo visual puede ayudar a organizar información.
Colegas, recordemos que aun cuando usemos todas las estrategias científicamente probadas, si no tenemos amor, seremos simplemente como metal que resuena, o címbalo que retiñe (1 Corintios 13:1), porque lo que se enseña con amor, se recordará toda la vida.
“The Persistence and Transience of Memory” by Blake A. Richards and Paul W. Frankland in Neuron. June 2017.