“Mejores son dos que uno; porque tienen mejor paga de su trabajo. Porque si cayeren, el uno levantará a su compañero; pero ¡ay del solo! que cuando cayere, no habrá segundo que lo levante.” Eclesiastes 4:9 y 10.
A lo largo de mi experiencia laboral, he tenido la oportunidad de servir en diferentes niveles del sistema educativo. En el paso por cada uno de ellos, he sido bendecida con muchos aprendizajes que me han ayudado a mi labor docente.
Hace varios años, me asignaron a trabajar como docente de sexto grado de primaria en el Colegio Gilberto Velázquez, ubicado en la ciudad de Tuxtla Gutiérrez, Chiapas. México. Iba preocupada porque no tenía experiencia. Era la primera vez que trabajaría en este grado, a pesar de tener 12 años de experiencia como maestra de español en Secundaria y Preparatoria. Tampoco conocía los contenidos de los planes y programas; así que me sentí estresada por enfrentarme a este nuevo reto.
Cuando empecé a revisar el material de trabajo, se acercó a mi salón la profesora Imelda, maestra del otro grupo de sexto y me preguntó amablemente, si necesitaba ayuda con la planeación del curso. Le agradecí y le expresé que desconocía mucho de lo que se me pedía. Ella, con la gentileza que le caracteriza, empezó a explicarme pacientemente lo que tenía que hacer y poco a poco fui entendiendo. La profesora, no solo me ayudo en ese momento. También me dijo que podía ir a su casa los domingos para continuar con la planeación de la semana.
Aunque llevaba varios años trabajando, nunca había tenido una compañera que me apoyara y estuviera dispuesta dedicar tiempo para enseñarme aún fuera del horario de clases. Ese año, trabajamos juntas en todos los proyectos. Veíamos y analizabamos el material para ambos grupos y programabamos actividades que podíamos llevar a cabo con nuestros alumnos. Fue un año de aprendizaje de cómo elaborar mis planeaciones semanales, de aprender a compartir conocimientos, experiencia y sobre todo, en ayudar a otros que tengan necesidad.
La profesora Imelda me enseñó mucho más que teoría. Me enseñó que dos son mucho mejor que uno, y si uno cae, el otro lo levanta. Trabajamos juntas hasta que ella se jubiló y cuando llegó la nueva maestra para el otro grupo de sexto grado, hice lo que bien había aprendido de ella. Me acerqué y le pregunté si ocupaba ayuda; le expliqué lo que haría y la invité a mi casa por si requería apoyo adicional.
No sé a cuantas maestras más ayudó la profesora Imelda antes que a mí. Sin embargo, ella fue mi inspiración. Una persona tan dispuesta a dar sin esperar nada a cambio. Comprendía bien que la función deldocente adventista, no es sólo capacitar a los jóvenes, sino también a sus colegas (Raveloharimisy, 2016).
Raveloharimisy, J. (2016) “Creencia y práctica: Imperativos espirituales para el docente adventista,” Revista de Educación Adventista 43:1 (Octubre–Diciembre 2016). https://www.journalofadventisteducation.org/es/2018.1.6.
3 comments
!Gracias a Dios porque existen docentes que comparten su experiencia y couchean a los nóveles!.
Felicidades maestra Brenda por compartir esta historia!
Gracias por compartir esa experiencia. Con la ayuda de Dios, imitaremos a la profesora Imelda.
Muy bonita experiencia. Gracias por compartirla.