La fe es esencial tanto en los asuntos más pequeños como en los más grandes de la vida (White, La educación p. 253).
Estaba en el último año de preparatoria y tenía que tomar una decisión importante sobre mi futuro.
Un día, un compañero de clase me invitó a asistir a una reunión de jóvenes en la Universidad Linda Vista. Al principio, dudé sobre aceptar la invitación debido a otros planes que ya tenía programados para ese día. Sin embargo, después de reflexionar un poco más, decidí aprovechar la oportunidad y me preparé para asistir a este emocionante evento. Al llegar allí, quedé fascinado por el lugar y aproveché para explorar las diferentes carreras que ofrecía la universidad. La Licenciatura en Ciencias de la Educación en el área de Física y Matemáticas me llamó especialmente la atención. Cuando pregunté sobre el costo, me pareció un poco elevado.
Al regresar a casa, emocionado, compartí con mis abuelos todo lo que había aprendido durante la actividad y les hablé entusiasmado sobre esta carrera. Les mencioné el costo y noté que titubearon al escucharlo. A pesar de eso, me brindaron su apoyo y me motivaron a seguir mis estudios.
Llegó el momento de prepararme económicamente para iniciar la universidad. Sin embargo, los fondos que tenía y el apoyo de mis abuelos no eran suficientes para cubrir la colegiatura del primer mes. Me sentí desanimado ante esta situación, ya que realmente deseaba estudiar en esa universidad.
Días después, recibí una invitación para participar en un plan de colportaje estudiantil llamado “En busca de un sueño”, organizado por la misma universidad. Aunque no comprendía completamente en qué consistía, pero decidí explorar de qué se trataba. La capacitación fue motivadora y agradable, y una vez finalizada, llegó el momento de ir al campo de trabajo y poner en práctica lo aprendido, con el objetivo de recaudar los recursos necesarios para comenzar mis estudios universitarios.
Mientras pasaban los días, le pedí a Dios la oportunidad de estudiar en esa maravillosa universidad. Y para mi sorpresa y alegría, ¡mis oraciones fueron respondidas! Logré alcanzar la meta que me había propuesto para iniciar mis estudios universitarios. Y gracias a este plan, también logré terminar la carrera con éxito.
Esta experiencia ha reafirmado mi creencia de que los planes de Dios son perfectos. El versículo de Jeremías 29:11 confirma esto diciendo: “Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis”.
A lo largo de mi camino, he visto cómo la ayuda divina ha estado presente, guiándome y brindándome las oportunidades necesarias para alcanzar mis metas.
En la actualidad, me desempeño como docente adventista, realizando lo que siempre había soñado. Esta experiencia me ha enseñado a nunca dudar de la ayuda de Dios. Confiar en Dios y depositar nuestra fe en Él nos brinda fortaleza y dirección en nuestro camino.